miércoles, 1 de diciembre de 2010

Un día de sol, de noviembre y mío.



Los días de placer se pierden entre los días que ignoramos como placenteros.
Un despertar entre plumas y ríos de miel.
Un desayuno autóctono con calidez de mañana y frescura de un nuevo día.
La música de país vecino que alegre levanta las primeras horas de mi día.
Un amiga del otro lado que me habla y me cuenta lo feliz que es con sus ojos pequeños y sus uñas de sangre.
Un auto se estaciona en mi puerta y sin necesidad de preámbulos me llena de besos verdes y amarillos. Me regala una mano para erizar la piel y parte a seguir su camino.
Un viaje en colectivo con el sol en las mejillas.
Llegar a la pileta y sentir el agua comulgar con mi piel.
Sonreír con mucha femineidad diluida, estirar los músculos y salir a ducharme el cuerpo con crema de cacao.
Un almuerzo retrasado y mi perra expectante por las sobras de comida.
Y la música de fondo...la música de fondo me abraza y me contiene.

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