jueves, 30 de diciembre de 2010

domingo, 26 de diciembre de 2010

- m i m a r -


en mi mar-
la mar-ea no te aleja

en mi mar-
la mar- no es impar

en mi mar-
amar es eterno

en mi mar-
no te puedo encontrar...

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El mismo viaje


Busco mi billetera con ojos lagañosos.
La guardo en el mismo bolsillo.
Busco la tarjeta de colectivos y las llaves de casa.
Un “que tengas un buen día” se cuelga del marco de la puerta con la última vuelta de llave.
Un paso, otro y otro.
Cruzo.
Ya estoy en la parada frente al sol que ostenta un día en sus inicios.
Paro el colectivo.
Tres escalones. Marco tarjeta y me siento.
El sol me sigue mirando.
No es el único.
Esa pasajera ya notó mi presencia.
La ignoro.
El viaje sigue.
Cuando desiste, la miro, solo lo justo para ver como su piel brilla y su pelo la acaricia.
Su viaje termina.
Se para.
Me ignora.
Toca el timbre una cuadra antes de su parada.
Baja.
Antes de cruzar el último escalón, me mira.
¡Zaz! ¡Me descubrió!
La sigo mirando.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Testigo.




Hoy el sol pasó de largo por mi casa.
Sin embargo, la llegada del colibrí no se retrasaría….
Cada año llega sin falta y sin aviso, este no fue la excepción.

Como casi todas las mañanas, estaba yo frente al ventanal de un cuarto donde leo.
Y como si alguien del más acá me avisara que el aleteo se acercaba, levante la vista justo para ver la entrada triunfal al jardín de aquella ánima verde brillante...

Silencioso, rápido y dubitativo frente a tantas flores, se decidió por una…
Acercándose lo justo y necesario se lució frente a ella que al verlo rompió de emoción.

Su corazón, de haberlo tenido, habría latido fuerte llevando clorofila a sus partes más pudendas…

La flor enamorada abrió sus pétalos invitando a su amado, suave y fresca entregó el secreto que más guardan en el alma.

Cuando la pequeña ave estuvo lo suficientemente cerca lo besó con dulces ojos cerrados…

La flor, con las mejillas ya muy rosadas, abrió los ojos para observar a su amado...

Pero para ese entonces, solo quedaba una estela verde brillante, una brisa tibia y una flor que empezaba a marchitar…

Corrí a buscar agua, y rogar que el sol trajera otro colibrí…

Pero mi flor moriría, los colibríes solo pasan una vez al año y las flores solo viven un par de días...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

DE VIOLETA



El mundo es una bola de cristal que se agita en la mano de un gigante. De un sacudón las cosas se revuelven y giran, nunca en falso. Un tronco del radio de mi altura varado entre la arena y las piedras de la costa de este vecindario, donde lo único que queda cerca es el pacífico sin olas con sus caracoles desde hace mil años.
El sol que cae sobre el mar, raya un cordón de montañas azules coronadas de rascacielos y el snobismo de una ciudad soñada, lo sostiene. El bosque lejos, muy, demasiado. Y a juzgar por lo visto en mis anteriores locaciones, el sol nunca usa al mar para esconderse.
Sobre el agua, creo, cerca de la orilla un grupo de aves reunidas toman una clase práctica de remo de pie. El docente, un sujeto que en lo lejos exhibe sus dotes en el ejercicio de esa disciplina, recorre la masa de mercurio con la facilidad de Jesuscristo. Mientras que yo, de violeta y de cara al sol sobre una piedra fría y verde, supuse que de donde vengo estaba detrás de mi hombro izquierdo. Por más que alzara la vista no lograba ver el Paraná. ¿Por qué? Estoy segura que está precisamente ahí. Pero de frente, supongo, Japón.
Evidentemente, el sacudón me llevo lejos.
Me hubiera gustado quedarme en ese atardecer a esperar mi próximo destino, pero mi saco era violeta, no largo.

Un día de sol, de noviembre y mío.



Los días de placer se pierden entre los días que ignoramos como placenteros.
Un despertar entre plumas y ríos de miel.
Un desayuno autóctono con calidez de mañana y frescura de un nuevo día.
La música de país vecino que alegre levanta las primeras horas de mi día.
Un amiga del otro lado que me habla y me cuenta lo feliz que es con sus ojos pequeños y sus uñas de sangre.
Un auto se estaciona en mi puerta y sin necesidad de preámbulos me llena de besos verdes y amarillos. Me regala una mano para erizar la piel y parte a seguir su camino.
Un viaje en colectivo con el sol en las mejillas.
Llegar a la pileta y sentir el agua comulgar con mi piel.
Sonreír con mucha femineidad diluida, estirar los músculos y salir a ducharme el cuerpo con crema de cacao.
Un almuerzo retrasado y mi perra expectante por las sobras de comida.
Y la música de fondo...la música de fondo me abraza y me contiene.

Esperar

El dolor de mi espera y el peso de la incertidumbre me incendian los ojos de furia.
Se ennegrecen mis uñas por apretar al viento con mis puños.
Trago uno a uno mis dientes triturados y la sangre de mi lengua cae por mi boca formando con el polvo de mis huesos el engrudo más amargo del mundo.
¿Y todo por qué?
Porque vos...