miércoles, 22 de diciembre de 2010

El mismo viaje


Busco mi billetera con ojos lagañosos.
La guardo en el mismo bolsillo.
Busco la tarjeta de colectivos y las llaves de casa.
Un “que tengas un buen día” se cuelga del marco de la puerta con la última vuelta de llave.
Un paso, otro y otro.
Cruzo.
Ya estoy en la parada frente al sol que ostenta un día en sus inicios.
Paro el colectivo.
Tres escalones. Marco tarjeta y me siento.
El sol me sigue mirando.
No es el único.
Esa pasajera ya notó mi presencia.
La ignoro.
El viaje sigue.
Cuando desiste, la miro, solo lo justo para ver como su piel brilla y su pelo la acaricia.
Su viaje termina.
Se para.
Me ignora.
Toca el timbre una cuadra antes de su parada.
Baja.
Antes de cruzar el último escalón, me mira.
¡Zaz! ¡Me descubrió!
La sigo mirando.

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